Un adolescente en una situación incómda, ensimismado frente a un adulto.
Foto de: Netflix

Sobre "Adolescence" de Netflix

“Por fin un producto audiovisual pone encima de la mesa una conversación incómoda y urgente: la fisura emocional que heredamos los hombres”

-Columna de Pedro Uribe Roncallo, director de Ilusión Viril.

En Ilusión Viril llevamos años afirmando lo mismo: la violencia de género es un problema sistémico, social y cultural. No es un problema moral de hombres buenos y hombres malos. No es un problema individual de un hombre que golpea a su mujer ni de un raro violador serial. Al ser la violencia un fenómeno multicausal resulta problemático invidualizarlo. Sin embargo, si toca mirar caso a caso, actualmente veremos una situación similar en muchos de nosotros: frustración vital, precarización laboral, rigidez moral y represión emocional que nos conduce al aislamiento. Efecto olla de presión.

Ahora, ¿Cómo enfrentar un problema que para muchos de nosotros resulta totalmente invisible?
Eso hace esta serie. Nos quita el velo. Desnuda la derrota sistémica completa: el allanamiento policial con fuerza desproporcionada, la escuela totalmente descontrolada con profesores sobrepasados, un sistema judicial centrado en la penalización y no en la protección y reinserción, una familia absolutamente quebrada, con unos padres frágiles y culposos.
Se nos cayó el velo de la negligencia completa. ¿Los padres son culpables?

Lo que Jamie retrata no es simplemente una radiografía de los efectos de un padre ausente: no tenemos idea de lo que hoy viven los jóvenes. Están despojados de sentido y sobre todo, huérfanos de redes humanas. El mundo digital les provee la pertenencia que la sociedad ya no es capaz de ofrecer: brinda la falsa fantasía de red, construida sobre una ilusión.

Además de ser una serie hecha con absoluta delicadeza, un guión robusto, actuaciones brutales y una propuesta visual exquisita, dolorosa y cruda, “Adolescence” es una serie que pone encima de la mesa la necesaria y urgente conversación sobre las masculinidades.

En cada uno de los cuatro episodios, somos testigos de como los hombres interactuamos: como lidiamos con nuestras rabias, como hacemos frente (o no) a nuestros problemas, como evitamos y preferimos mirar hacia el lado cuando hay crisis, negamos la realidad aunque se muestre con toda su crudeza. Nos paralizamos.
Preferimos dejar debajo de la alfombra aquello que nos molesta hasta que nos explota en la cara. Reaccionamos pero ya es tarde.

l capítulo uno, aborda la brutalidad: la policía, el interrogatorio, la prisión. El telón es un femicidio que nos interpela. Todos hemos causado daño alguna vez pero ¿Por qué no todos asesinamos? Si yo no he asesinado ¿Estoy libre de ser un Jamie?
¿No tendré yo también pedacitos de Jaime dentro mío que a veces están a punto de explotar cuando tengo un día difícil? ¿Puedo reconocer mi propia violencia? Porque los violentos siempre son otros.

En el capítulo 2, vemos que el asunto no sólo es de Jamie. Las relaciones en la escuela hoy son altamente conflictivas y violentas, en lo real y en lo digital. Recordemos que eso nos regala el género: pensar en el poder. ¿Qué pasa si los abusadores se vuelven los abusados? ¿Qué pasa si Jamie efectivamente era víctima de bullying? ¿Se puede ser abusado y abusador al mismo tiempo?

En el capítulo tres surgen aún más preguntas: ¿Es Jamie un niño psicópata? ¿Es sádico? ¿De donde viene tanta rabia contenida? ¿Será que los manuales de psiquiatría contemporáneos se quedan cortos para dar cuenta de los complejos malestares que hoy nos aquejan y que especialmente aquejan a los adolescentes? ¿Es autista? ¿Puede una rabieta convertirse en una asesinato así sin más? ¿Acaso Jamie odia a las mujeres? ¿Puede amarlas, despreciarlas y suplicarles cariño al mismo tiempo?

¿Es Jamie esclavo de una red de incels? ¿Es Jamie un simple mensajero de una sofisticada comunidad digital que odia a las mujeres? ¿Está siendo Jamie instrumentalizado? ¿Jaime tiene voluntad? ¿Entiende Jaime lo que significa morir?

No es casual que la terapeuta sea el eje de este capítulo. De todo el fracaso institucional y social, es la única capaz de acompañarlo. Es la única adulta capaz de sostener su ira y fragilidad, la ambivalencia, la confusión. Le cuida. Le regala chocolate caliente y un sándwich. Le resitúa a su posición de niño. Le da espacio y lenguaje para poder expresar algo que ha sido indecible, incomprensible para sí. Le brinda una estructura para vaciar todo su caos, su confusión, su rabia, su sufrimiento.

De eso sabemos muy bien quienes trabajamos en psicoterapia. Somos un instrumento que habilita la expresión de lo que no pudo ser expresado.

Pero Jamie siempre fue amado. Tenía papá y mamá, tenia hogar, tenia habitación propia, comida, educación, computador, zapatillas. ¿Qué podría salir mal? Si Jamie tiene todo ¿Qué le falta? Esta serie nos interpela y no nos deja indiferentes porque a muchos de nosotros nos une la experiencia de haber crecido con un modelo de padre que muchas veces cumplió con todo lo esperado pero que dejó fuera de la ecuación lo más importante: su mundo emocional.

Con esto, no me refiero sólo a papás que tocan, abrazan y dicen te quiero. Me refiero a papás que están disponibles emocionalmente para sus hijos y que son competentes socio afectivamente. Padres que son capaces de confrontarles, ponerles límites, hablar de temas incómodos. Que comparten su fragilidad, que piden ayuda, que se enojan y piden perdón, que generan conversaciones profundas, que no tienen susto de entrar en pláticas dolorosas.
Que sostienen la contradicción y la reconocen como parte de la vida.

Papás que son capaces de sostener conflictos y entran en ellos en vez de negarlos. ¿Estamos afirmando que es todo culpa de los papás? por supuesto que no.
¿Quién podría tener un papá disponible emocionalmente con jornadas de trabajo de 44 y más horas semanales? ¿Turnos día y noche? ¿Papás que viajan, viven en la mina, en el campo?

Padres que ganan el sueldo mínimo y están endeudados es imposible que estén disponibles para cuidar. Incluso, padres ricos no ven a sus hijos. Mientras más dinero tienes, más dinero gastas. El modelo neoliberal se ha encargado de hacernos creer que el trabajo nos redime, sin contarnos que al mismo tiempo, nos esclaviza y nos condena.
Como dice Rita Segato, que haya hordas de hombres frustrados y precarizados por el patrón, no sólo los conduce a aniquilar a mujeres. Los conduce al exterminio propio. Automutilación psíquica dice bell hooks. El primer éxito del patriarcado.

Además de recomendar ver esta pieza de arte, quisiera cerrar con lo siguiente: necesitamos hablar de los hombres y las masculinidades. La fisura emocional que los hombres heredamos es un problema transgeneracional. Ese analfabetismo afectivo viene del bisabuelo al abuelo, del abuelo al padre y de nuestro padre hacia nosotros. La masculinidad se aprende entre hombres. Es relacional.

La única manera de romper el ciclo es hacernos cargo de la fisura. Negarla agranda el problema.
Los hombres llevamos décadas haciendo oídos sordos. Nos molesta reconocer que cargamos un peso. No queremos ir a la revisión técnica. Preferimos que el auto se desmantele y se rompa antes de reconocer que necesitamos asistencia. Vivimos en la omnipotencia. Nos molesta reconocer nuestra incapacidad para hacerle frente a la vida. Y no, no me refiero a lo laboral.

Con esperanza, deseo que esta serie genere mucha conmoción y nos invite a abrir conversaciones sobre la soledad de los niños y los adolescentes. Que nos interpele no sólo como espectadores si no también como actores que estamos dentro de la escena. La derrota del sistema también somos nosotros mismos.

Ojalá que “Adolescence” sirva para reconocer que hay muchas cosas que nos han hecho perder la humanidad y que el consumo nos tiene nublados. Que tener bienes materiales no asegura sentirse amado, escuchado y visto.

No creo que haya una receta para lidiar con una historia tan dolorosa y dura como esta pero por lo menos, nos obliga a mirar aquello que no queremos.

¿Qué hacemos nosotros con nuestras propias violencias? ¿Qué haces tu con tu violencia?